Soy la tercera de cinco hermanas y nací cuando mi madre tenía 20 años.
En cuanto vine al mundo, las enfermeras me sacaron de la sala de partos antes de que mamá me viera. Su médico le explicó con suavidad que me faltaba el brazo izquierdo, desde la base del codo, y le dio un consejo: “No la trate en forma distinta de como trata a sus otras hijas. Exíjalas más”. Y así lo hizo.
Aún antes de que mi padre nos abandonara, mamá tuvo que volver a trabajar para mantener a la familia. Éramos cinco hijas, y todas debíamos ayudar. En una ocasión cuando tenía unos siete años salí gimoteando de la cocina...Mamá, no puedo pelar las papas. -Sólo tengo una mano. Ella no alzó para nada la vista de su costura. -Regresa a la cocina y pela esas papas, me ordenó.... Y nunca vuelvas a usar eso como excusa. Claro que yo podía pelar papas con mi mano buena, si las sostenía con el otro brazo. Siempre había manera de hacer las cosas, mi madre lo sabía. Si te aplicas... me aconsejaba, puedes hacerlo todo. Así pasaba con todo. En vez de hacer las cosas por mí, mi madre insistía en que hallara la manera de hacerlas yo sola. A veces, me enojaba su actitud. “No sabe lo difícil que es esto para mí, ni le importa.
Sin embargo, una noche en que volví de un baile de la escuela me fui a la cama con lágrimas en los ojos, mamá entró a mi cuarto y me preguntó con dulzura...¿Qué te sucede?... Ningún muchacho quiso bailar conmigo, por mi brazo respondí entre sollozos. Guardó silencio un largo rato luego me dijo: No te aflijas, cariño. Algún día esos chicos van a andar como locos tras de ti. Te lo aseguro. La voz se le quebró al decirme esto, y al voltear a mirarla vi que estaba llorando. Entonces comprendí cuánto le dolía mis penas.
Nunca me había permitido verla llorar porque no quería que sintiera compasión de mí misma.
Años después me casé con el primero que creí que me aceptaba tal como era, pero resultó ser un hombre inmaduro e irresponsable. Cuando nació mi hija, Jessica, pensé que debía protegerla de mi desdichado matrimonio, y me separé. Durante cinco años fui una madre soltera, pero siempre conté con el apoyo de mamá. Si necesitaba llorar, lo hacía entre sus brazos; cuando me quejaba de tener que andar tras la bebita por toda la casa después de trabajar e ir a la escuela, ella me hacía reír, y si acaso empezaba a sentir lástima de mí misma, la miraba y me decía: Ella crió a cinco. Volví a casarme, y el día de hoy mi esposo, Tim, y yo tenemos una encantadora familia de cuatro hijos. Debido quizás a que no pudo dedicar todo el tiempo que hubiera querido a sus hijas, mamá disfrutó mucho a sus nietos. Con frecuencia la vi acariciar el cabello de Jessica mientras la arrullaba. -La voy a malcriar, y luego se la devolveré a su mamá para que la corrija me decía. Ese es mi privilegio ahora. No lo hizo, desde luego, pero sí brindó a los niños un amor y una paciencia infinitos.
En 1991 le diagnosticaron cáncer pulmonar y le dieron de 6 a 12 meses de vida. Más tres años después seguía entre nosotros. Los médicos dijeron que era un milagro; yo pienso que fue el amor a sus nietos lo que la hizo resistir hasta el final. Murió tres días después de cumplir 53 años. Hasta el día de hoy me duele pensar que alguien que pasó por tantos infortunios en la vida haya tenido que sufrir atrozmente a la hora de su muerte.
Pero también con esto me enseñó algo valioso. De niña me preguntaba por qué las cosas eran tan difíciles para mí; ahora entiendo que es la adversidad la que nos templa el carácter. Siento que mi madre está siempre conmigo. A veces, cuando parece que el mundo se me cierra, veo de nuevo su radiante sonrisa. Ella tuvo la fuerza, el temple, la paciencia y la sabiduría para dejarnos una huella de que con amor, sacrificio, constancia y fortaleza...Todo es posible, incluso los grandes sueños...
Lucha por tus sueños, por tus ideales. Los caminos pocas veces están llenos de rosas, la mayoría lo están de espinas.
No tenemos que derrumbar nuestros sueños, hay que derrumbar las barreras que nos impiden cumplirlos.
El éxito de la vida no está en vencer siempre, sino en no darse por vencido nunca.
Usa el arma de tu sonrisa, contra aquellos que solo quieren ver tus lágrimas.
Cuando te digan que no puedes, contesta: "siéntate y observa cómo lo hago".
Cuando creas que lo has perdido todo, siempre llegarán personas que te ofrecerán, todo lo que creíste perder.
Si dejas salir tus miedos de tu vida, tendrás más espacio para vivir tus sueños.
Menos miedo y más valor. Menos lágrimas y más FE. Menos confianza en ti mismo y más Confianza en Dios.
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